La ley antigua ya no sirve
1 La ley de Moisés era solo una muestra de lo bueno que Dios nos iba a dar, y no lo que en verdad nos daría. Por eso, la ley nunca puede hacer perfectos a los que, cada año, van al santuario a ofrecer a Dios los mismos sacrificios de siempre. 2 Si en verdad la ley pudiera quitarles el pecado, no se sentirían culpables y dejarían de ofrecer sacrificios a Dios. 3 Pero sucede lo contrario. Cada año, cuando ofrecen esos sacrificios, lo único que logran es recordar sus pecados. 4 Porque la sangre de los toros y de los chivos que se sacrifican no puede quitar los pecados.
5-6 Por eso, cuando Cristo vino a este mundo, le dijo a Dios:
«Tú no pides sacrificios
a cambio de tu perdón;
por eso me has dado un cuerpo.
7 »Por eso te dije:
“Aquí me tienes,
para cumplir tu voluntad.
Así me lo enseña
la Ley de Moisés.”»
8 En primer lugar, este salmo dice que Dios no quiere, ni le gustan, los sacrificios y las ofrendas, ni los animales quemados sobre el altar, aunque la ley manda que sean presentados. 9 Después de eso, el salmo dice que Cristo vino a cumplir la voluntad de Dios. Es decir, Cristo quitó aquellos sacrificios antiguos, y estableció uno nuevo. 10 Dios nos eligió porque Jesucristo obedeció sus órdenes al morir en la cruz, y ofreció su cuerpo como sacrificio una sola vez y para siempre.
11 Aunque los sacrificios de animales no quitan el pecado, los sacerdotes judíos siguen ofreciéndolos muchas veces todos los días. 12 Pero Jesucristo le ofreció a Dios un solo sacrificio para siempre, y así nos perdonó nuestros pecados. Luego se sentó a la derecha del trono de Dios, 13 y allí estará esperando, hasta que Dios derrote a sus enemigos. 14 Porque, con un solo sacrificio, Jesucristo hizo que Dios hiciera perfectos a todos los que eligió para ser parte de su pueblo. 15 Así lo asegura el Espíritu Santo cuando dice:
16 «Por eso, este será mi nuevo pacto
con el pueblo de Israel:
haré que mis enseñanzas
las aprendan de memoria,
y que sean la guía de su vida.
17 Y nunca más me acordaré
de sus pecados y maldades.»
18 Por lo tanto, si nuestros pecados han sido perdonados, ya no es necesario darle a Dios más ofrendas para que nos perdone.
Amistad con Dios
19 Hermanos, la sangre que Jesús derramó al morir nos permite ahora tener amistad con Dios, y entrar con toda libertad en el lugar más santo. 20 Pues cuando Jesús murió, abrió la cortina que nos impedía el paso. Pero ahora Jesús está vivo, y por medio de él podemos acercarnos a Dios de un modo nuevo y distinto. 21 Él es nuestro gran sacerdote, encargado del santuario que está en el cielo. 22 Por eso, mantengamos una amistad sincera con Dios, teniendo la plena seguridad de que podemos confiar en él. Porque Cristo nos dejó limpios de pecado, como si nos hubiera lavado con agua pura, y ya estamos libres de culpa. 23 Sigamos confiando en que Dios nos salvará. No lo dudemos ni un instante, porque él cumplirá lo que prometió. 24 Tratemos de ayudarnos unos a otros, y de amarnos y hacer lo bueno. 25 No dejemos de reunirnos, como hacen algunos. Al contrario, animémonos cada vez más a seguir confiando en Dios, y más aún cuando ya vemos que se acerca el día en que el Señor juzgará a todo el mundo.
26 Si seguimos pecando después de haber conocido la verdadera enseñanza de Dios, ningún sacrificio podrá hacer que Dios nos perdone. 27 No nos quedaría más remedio que esperar, con un miedo terrible, el juicio final, que es cuando los enemigos de Dios serán destruidos con fuego ardiente.
28 Si en un juicio dos testigos afirman que alguien ha desobedecido la ley de Moisés, los jueces no le tienen compasión a esa persona y ordenan su muerte. 29 ¡Imagínense entonces el terrible castigo que recibirán los que desprecian al Hijo de Dios, y los que dicen que su muerte no sirve para nada! Los que hacen eso insultan al Espíritu de Dios, que los ama, y menosprecian la muerte de Cristo, es decir, el nuevo pacto por medio del cual Dios les perdona sus pecados. 30 Además, como todos sabemos, Dios dijo que él se vengará de sus enemigos, y que los castigará por todo lo malo que han hecho. También dijo que juzgará a su pueblo. 31 ¡Que terrible debe ser que el Dios de la vida tenga que castigarnos!
32 Recuerden todas las dificultades y los sufrimientos por los que ustedes pasaron al principio, cuando aceptaron la buena noticia. A pesar de eso, nunca dejaron de confiar. 33 A muchos de ustedes sus enemigos los insultaron y los maltrataron delante de la gente, y en otras ocasiones ustedes sufrieron con quienes eran tratados así. 34 También tuvieron ustedes compasión de los que estaban en la cárcel, y con alegría dejaron que las autoridades les quitaran sus pertenencias, porque sabían que en el cielo tienen algo mucho mejor y más duradero.
35 Por eso, no dejen de confiar en Dios, porque solo así recibirán un gran premio. 36 Sean fuertes, y por ningún motivo dejen de confiar en él cuando estén sufriendo, para que así puedan hacer lo que Dios quiere y reciban lo que él les ha prometido. 37 Pues Dios dice en la Biblia:
«Muy pronto llegará
el que tiene que venir.
¡Ya no tarda!
38 »Los que me son fieles en todo
y confían en mí
vivirán para siempre.
Pero si dejan de serme fieles,
no estaré contento con ellos.»
39 Gracias a Dios, nosotros no somos de los que dejan de ser fieles y acaban siendo castigados, sino que somos de los que reciben la salvación por confiar en Dios.
1 For the law having a shadow of good things to come, and not the very image of the things, can never with those sacrifices which they offered year by year continually make the comers thereunto perfect. 2 For then would they not have ceased to be offered? because that the worshippers once purged should have had no more conscience of sins. 3 But in those sacrifices there is a remembrance again made of sins every year. 4 For it is not possible that the blood of bulls and of goats should take away sins. 5 Wherefore when he cometh into the world, he saith, Sacrifice and offering thou wouldest not, but a body hast thou prepared me: 6 In burnt offerings and sacrifices for sin thou hast had no pleasure. 7 Then said I, Lo, I come (in the volume of the book it is written of me,) to do thy will, O God. 8 Above when he said, Sacrifice and offering and burnt offerings and offering for sin thou wouldest not, neither hadst pleasure therein ; which are offered by the law; 9 Then said he, Lo, I come to do thy will, O God. He taketh away the first, that he may establish the second. 10 By the which will we are sanctified through the offering of the body of Jesus Christ once for all . 11 And every priest standeth daily ministering and offering oftentimes the same sacrifices, which can never take away sins: 12 But this man, after he had offered one sacrifice for sins for ever, sat down on the right hand of God; 13 From henceforth expecting till his enemies be made his footstool. 14 For by one offering he hath perfected for ever them that are sanctified. 15 Whereof the Holy Ghost also is a witness to us: for after that he had said before, 16 This is the covenant that I will make with them after those days, saith the Lord, I will put my laws into their hearts, and in their minds will I write them; 17 And their sins and iniquities will I remember no more. 18 Now where remission of these is, there is no more offering for sin.
19 Having therefore, brethren, boldness to enter into the holiest by the blood of Jesus, 20 By a new and living way, which he hath consecrated for us, through the veil, that is to say, his flesh; 21 And having an high priest over the house of God; 22 Let us draw near with a true heart in full assurance of faith, having our hearts sprinkled from an evil conscience, and our bodies washed with pure water. 23 Let us hold fast the profession of our faith without wavering; (for he is faithful that promised;) 24 And let us consider one another to provoke unto love and to good works: 25 Not forsaking the assembling of ourselves together, as the manner of some is ; but exhorting one another : and so much the more, as ye see the day approaching. 26 For if we sin wilfully after that we have received the knowledge of the truth, there remaineth no more sacrifice for sins, 27 But a certain fearful looking for of judgment and fiery indignation, which shall devour the adversaries. 28 He that despised Moses’ law died without mercy under two or three witnesses: 29 Of how much sorer punishment, suppose ye, shall he be thought worthy, who hath trodden under foot the Son of God, and hath counted the blood of the covenant, wherewith he was sanctified, an unholy thing, and hath done despite unto the Spirit of grace? 30 For we know him that hath said, Vengeance belongeth unto me, I will recompense, saith the Lord. And again, The Lord shall judge his people. 31 It is a fearful thing to fall into the hands of the living God. 32 But call to remembrance the former days, in which, after ye were illuminated, ye endured a great fight of afflictions; 33 Partly, whilst ye were made a gazingstock both by reproaches and afflictions; and partly, whilst ye became companions of them that were so used. 34 For ye had compassion of me in my bonds, and took joyfully the spoiling of your goods, knowing in yourselves that ye have in heaven a better and an enduring substance. 35 Cast not away therefore your confidence, which hath great recompence of reward. 36 For ye have need of patience, that, after ye have done the will of God, ye might receive the promise. 37 For yet a little while, and he that shall come will come, and will not tarry. 38 Now the just shall live by faith: but if any man draw back, my soul shall have no pleasure in him. 39 But we are not of them who draw back unto perdition; but of them that believe to the saving of the soul.