Jeremías es arrojado en un pozo
1 Tiempo después, cuando yo estaba hablando a la gente, Sefatías, Guedalías, Jucal y Pashur, que eran mis enemigos, me escucharon decir:
2-3 «Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida».
4 Por eso algunos jefes fueron a decirle al rey:
—¡Hay que matar a Jeremías! Lo que él anuncia está desanimando a los soldados y a la gente que aún queda en la ciudad. Jeremías no busca nuestro bien; al contrario, nos desea lo peor.
5 Sedequías les respondió:
—Yo soy el rey, pero no voy a oponerme a lo que ustedes decidan. ¡Hagan lo que quieran!
6 Entonces los jefes fueron a atraparme. Primero me ataron con sogas, y luego me bajaron hasta el fondo de un pozo, el cual estaba en el patio de la guardia y pertenecía a Malquías, el hijo del rey. Como el pozo no tenía agua sino barro, yo me hundí por completo.
7 En el palacio del rey trabajaba un hombre de Etiopía, que se llamaba Ébed-mélec, el cual supo que me habían arrojado al pozo. Un día en que el rey estaba en una reunión, frente al Portón de Benjamín, 8 Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:
9 —Su Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no se consigue pan en la ciudad.
10 Entonces el rey le ordenó:
—Bien, Ébed-mélec. Busca a tres hombres, y diles que te ayuden a sacar de allí a Jeremías, antes de que se muera.
11 Ébed-mélec fue entonces con aquellos hombres, y del depósito de ropa del palacio real sacó ropas y trapos viejos. Luego ató toda esa ropa y la bajó hasta el fondo del pozo, donde estaba yo. 12 Entonces me dijo:
—Jeremías, colócate estos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen.
Yo seguí sus instrucciones, 13 y aquellos hombres tiraron de las sogas y me sacaron del pozo. A partir de ese momento, me quedé en el patio de la guardia.
Sedequías vuelve a interrogar a Jeremías
14 Poco tiempo después, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a la tercera entrada del templo, y allí me dijo:
—Jeremías, quiero preguntarte algo, y espero que me digas todo lo que sepas.
15 Yo le contesté:
—No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.
16 Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento:
—¡No pienso matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida!
17 Entonces le dije:
—El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto Su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad. 18 Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.
19 El rey Sedequías me respondió:
—Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien.
20 Yo le aseguré:
—Dios ha dicho que si Su Majestad obedece, todo saldrá bien y esos judíos no le harán ningún daño. 21 Por el contrario, si Su Majestad no se rinde ante los babilonios, 22 todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad:
“Tus amigos te engañaron y te vencieron.
¡Eso te pasa por confiar en ellos!
Tus amigos te abandonaron por completo,
y ahora estás con el agua hasta el cuello”.
23 »Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!
24 Sedequías me amenazó:
—Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte callado, y que nadie sepa nada de esto. 25 Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte. 26 Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.
27 Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les dije exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado. 28 Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.
1 Then Shephatiah the son of Mattan, and Gedaliah the son of Pashur, and Jucal the son of Shelemiah, and Pashur the son of Malchiah, heard the words that Jeremiah had spoken unto all the people, saying, 2 Thus saith the LORD, He that remaineth in this city shall die by the sword, by the famine, and by the pestilence: but he that goeth forth to the Chaldeans shall live; for he shall have his life for a prey, and shall live. 3 Thus saith the LORD, This city shall surely be given into the hand of the king of Babylon’s army, which shall take it. 4 Therefore the princes said unto the king, We beseech thee, let this man be put to death: for thus he weakeneth the hands of the men of war that remain in this city, and the hands of all the people, in speaking such words unto them: for this man seeketh not the welfare of this people, but the hurt. 5 Then Zedekiah the king said, Behold, he is in your hand: for the king is not he that can do any thing against you. 6 Then took they Jeremiah, and cast him into the dungeon of Malchiah the son of Hammelech, that was in the court of the prison: and they let down Jeremiah with cords. And in the dungeon there was no water, but mire: so Jeremiah sunk in the mire.
7 ¶ Now when Ebed-melech the Ethiopian, one of the eunuchs which was in the king’s house, heard that they had put Jeremiah in the dungeon; the king then sitting in the gate of Benjamin; 8 Ebed-melech went forth out of the king’s house, and spake to the king, saying, 9 My lord the king, these men have done evil in all that they have done to Jeremiah the prophet, whom they have cast into the dungeon; and he is like to die for hunger in the place where he is: for there is no more bread in the city. 10 Then the king commanded Ebed-melech the Ethiopian, saying, Take from hence thirty men with thee, and take up Jeremiah the prophet out of the dungeon, before he die. 11 So Ebed-melech took the men with him, and went into the house of the king under the treasury, and took thence old cast clouts and old rotten rags, and let them down by cords into the dungeon to Jeremiah. 12 And Ebed-melech the Ethiopian said unto Jeremiah, Put now these old cast clouts and rotten rags under thine armholes under the cords. And Jeremiah did so. 13 So they drew up Jeremiah with cords, and took him up out of the dungeon: and Jeremiah remained in the court of the prison.
14 ¶ Then Zedekiah the king sent, and took Jeremiah the prophet unto him into the third entry that is in the house of the LORD: and the king said unto Jeremiah, I will ask thee a thing; hide nothing from me. 15 Then Jeremiah said unto Zedekiah, If I declare it unto thee, wilt thou not surely put me to death? and if I give thee counsel, wilt thou not hearken unto me? 16 So Zedekiah the king sware secretly unto Jeremiah, saying, As the LORD liveth, that made us this soul, I will not put thee to death, neither will I give thee into the hand of these men that seek thy life. 17 Then said Jeremiah unto Zedekiah, Thus saith the LORD, the God of hosts, the God of Israel; If thou wilt assuredly go forth unto the king of Babylon’s princes, then thy soul shall live, and this city shall not be burned with fire; and thou shalt live, and thine house: 18 But if thou wilt not go forth to the king of Babylon’s princes, then shall this city be given into the hand of the Chaldeans, and they shall burn it with fire, and thou shalt not escape out of their hand. 19 And Zedekiah the king said unto Jeremiah, I am afraid of the Jews that are fallen to the Chaldeans, lest they deliver me into their hand, and they mock me. 20 But Jeremiah said, They shall not deliver thee . Obey, I beseech thee, the voice of the LORD, which I speak unto thee: so it shall be well unto thee, and thy soul shall live. 21 But if thou refuse to go forth, this is the word that the LORD hath shewed me: 22 And, behold, all the women that are left in the king of Judah’s house shall be brought forth to the king of Babylon’s princes, and those women shall say, Thy friends have set thee on, and have prevailed against thee: thy feet are sunk in the mire, and they are turned away back. 23 So they shall bring out all thy wives and thy children to the Chaldeans: and thou shalt not escape out of their hand, but shalt be taken by the hand of the king of Babylon: and thou shalt cause this city to be burned with fire.
24 ¶ Then said Zedekiah unto Jeremiah, Let no man know of these words, and thou shalt not die. 25 But if the princes hear that I have talked with thee, and they come unto thee, and say unto thee, Declare unto us now what thou hast said unto the king, hide it not from us, and we will not put thee to death; also what the king said unto thee: 26 Then thou shalt say unto them, I presented my supplication before the king, that he would not cause me to return to Jonathan’s house, to die there. 27 Then came all the princes unto Jeremiah, and asked him: and he told them according to all these words that the king had commanded. So they left off speaking with him; for the matter was not perceived. 28 So Jeremiah abode in the court of the prison until the day that Jerusalem was taken: and he was there when Jerusalem was taken.