Fin de la discusión
1 Una vez más, Job respondió:
2 «¡Extraño aquellos tiempos,
cuando Dios mismo me cuidaba!
3 ¡No me daba miedo la oscuridad
porque Dios alumbraba mi camino!
4 ¡Estaba yo joven y fuerte,
y Dios me bendecía con su amistad!
5 »En aquellos días,
mis hijos me rodeaban
y Dios me daba su apoyo;
6 no faltaba en mi mesa la leche,
ni en mi cabeza el perfume;
7 en los tribunales del pueblo
se reconocía mi autoridad;
8 al verme llegar,
los jóvenes me daban paso
y los ancianos me recibían de pie;
9-10 aun la gente más importante
se callaba en mi presencia,
o hablaba en voz baja.
11 Los que me escuchaban
no dejaban de felicitarme.
12 A los pobres y a los huérfanos
que me pedían ayuda
siempre los ayudé;
13 las viudas y los pobres
me bendecían y gritaban de alegría.
14 Siempre traté a los demás
con justicia y rectitud;
para mí, actuar así,
era como ponerme la ropa.
15 Fui guía de los ciegos
y apoyo de los desvalidos;
16 protegí a la gente pobre
y defendí a los extranjeros;
17 puse fin al poder de los malvados,
y no los dejé hacer más daño.
18 »Hasta llegué a pensar:
“Viviré una larga vida,
y tendré una muerte tranquila.
19 Estaré fuerte y lleno de vida,
como árbol bien regado.
20 Nadie me faltará el respeto,
ni jamás perderé mi buena fama”.
21 »Ante mí, todos guardaban silencio
y esperaban recibir mis consejos.
22 Mis palabras eran bien recibidas,
y nadie me contradecía.
23 Mis discursos eran esperados
como se espera la lluvia.
24 Si les sonreía, no podían creerlo;
una sonrisa mía les daba ánimo.
25 Si estaban enfermos,
me sentaba a consolarlos,
y les decía lo que debían hacer.
¡Me veían como un rey
al frente de su ejército!
Job continúa su respuesta
1 Job retomó la palabra y dijo:
2 «¡Cómo quisiera volver a los tiempos pasados,
a los días en que Dios me brindaba protección;
3 días en que su lámpara brillaba sobre mí,
días en que a su luz andaba yo en la oscuridad,
4 cuando estaba yo en la flor de mi vida
y el favor de Dios reposaba en mi hogar!
5 En aquel tiempo, el Omnipotente estaba conmigo,
y mis hijos estaban en derredor mío;
6 me daba entonces el lujo de chapotear en leche,
y de extraer de las piedras torrentes de aceite;
7 cuando salía yo a las puertas de la ciudad,
me cedían un lugar para impartir justicia.
8 Los jóvenes, al verme, me cedían el paso,
y los ancianos me recibían de pie.
9 La gente importante se quedaba callada,
y con respeto se tapaban la boca.
10 A pesar de ser poderosos, guardaban silencio,
como si la lengua se les quedara pegada.
11 “Bienaventurado”, me decían al escucharme,
y los que me veían lo confirmaban.
12 »Y es que yo atendía el clamor de los pobres,
y ayudaba a los huérfanos sin protección.
13 Los que estaban por morir me bendecían;
a las viudas les alegraba el corazón.
14 La justicia caracterizaba mis actos;
la justicia me cubría: era mi atuendo.
15 Para los ciegos, yo era sus ojos;
para los cojos, yo era sus pies;
16 para los pobres, yo era su padre;
para los extranjeros, yo era su defensor.
17 Yo aplacaba la furia de los malvados,
y a sus víctimas las libraba de su poder.
18 Creía yo que moriría en mi lecho,
y que tendría muchos años de vida.
19 Creí ser como un árbol plantado junto al agua,
con verdes ramas, bañadas de rocío;
20 Creí también que podría ser más rico,
y que en mis manos mi poder iría en aumento.
21 »Cuando yo hablaba, todo el mundo callaba
y esperaba a escuchar mis consejos.
22 Nadie contradecía mis advertencias,
sino que aceptaban con gusto mis razones.
23 Se quedaban a la espera de mis palabras,
como tierra seca en espera de las lluvias tardías.
24 Apenas podían creer que yo les sonriera;
y no se perdían una sola de mis sonrisas.
25 Yo decidía lo que tenían que hacer,
y en la mesa yo ocupaba la cabecera;
era como un rey al frente de su ejército,
¡como alguien que consuela a los que lloran!