Dios es el vencedor
SALMO 76 (75)
(1) Himno de Asaf.
Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 1 (2) En Judá se conoce a Dios;
en Israel se reconoce su fama.
2 2 (3) En Jerusalén se halla su templo;
allí estableció su residencia.
3 3 (4) Allí Dios hace pedazos
todas las armas de guerra.
4-6 4-6 (5-7) Dios de Israel,
tú eres un Dios maravilloso;
eres más grande
que las montañas eternas.
Todos los hombres de guerra
se quedaron sin sus armas;
cayeron en el campo de batalla.
Ninguno de esos valientes
pudo siquiera defenderse.
Cuando tú los reprendiste,
su poder militar se derrumbó.
7 7 (8) Solo tú inspiras temor.
Cuando tu furia se desata,
no hay quién pueda hacerte frente.
8-9 8-9 (9-10) Cuando tú, Dios mío,
decidiste hacerles justicia
a todos los pobres de la tierra,
dictaste tu sentencia desde el cielo,
y la tierra, temerosa,
prefirió guardar silencio.
10 10 (11) Cuando te enojas,
hasta el hombre más furioso;
se rinde ante ti y te alaba.
11 11 (12) Cumplámosle a nuestro Dios
todas nuestras promesas;
y ustedes, naciones vecinas,
tráiganle ofrendas al Dios admirable;
12 12 (13) él humilla a los gobernantes
y hace que tiemblen de miedo
todos los reyes de la tierra.
El Dios de la victoria y del juicio
Al músico principal. Sobre Neginot. Salmo de Asaf. Cántico.
1 Dios es bien conocido en Judá;
grande es su nombre en Israel.
2 En Salén está su tabernáculo,
y en Sión está el lugar donde reside.
3 Allí hizo pedazos las saetas y los arcos,
los escudos, las espadas y las armas de guerra.
4 ¡Glorioso eres tú, Señor, y más imponente que los montes!
5 Los valientes fueron despojados, y durmieron su sueño;
ningún valiente guerrero pudo defenderse.
6 Cuando tú, Dios de Jacob, los reprendiste,
jinetes y caballos quedaron desconcertados.
7 Tú, mi Dios, inspiras temor;
en tu enojo, ¿quién puede sostenerse ante ti?
8 Desde los cielos dictaste tu sentencia;
la tierra tuvo miedo y se quedó en suspenso
9 cuando tú, mi Dios, te levantaste
para juzgar y salvar a los mansos de la tierra.
10 La ira humana redunda en tu alabanza;
todos sus enojos se vuelven para ti una corona.
11 ¡Cumplamos a Dios el Señor nuestras promesas!
Todos los que rodean al Dios temible, ¡tráiganle ofrendas!
12 Dios abate el ánimo de los príncipes,
e infunde temor en los reyes de la tierra.