1-2 1-2 (2-3) Alguien fue a decirle a Joab que el rey estaba muy triste, y que lloraba mucho por la muerte de Absalón. Cuando los soldados de David lo supieron, dejaron de celebrar la victoria y guardaron luto; 3 3 (4) además, entraron a la ciudad a escondidas, como si hubieran perdido la guerra. 4 4 (5) Mientras tanto, el rey David se cubría la cara, y a gritos lloraba diciendo: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío!»
5 5 (6) Joab fue entonces al palacio y le dijo al rey:
«Hoy Su Majestad ha puesto en vergüenza a todos los oficiales y soldados que le salvaron la vida, y que salvaron también la vida de sus hijos, hijas y esposas. 6 6 (7) Por lo visto, Su Majestad ama a los que le odian y odia a los que le aman. Hoy nos ha demostrado usted que sus oficiales y soldados no le importamos nada. Su Majestad estaría muy feliz si Absalón estuviera vivo, aunque todos nosotros estuviéramos muertos.
7 7 (8) »Me permito sugerir que salga usted ahora mismo y anime a su ejército. De lo contrario, le juro a usted por Dios que para mañana no habrá nadie que lo apoye. ¡Y eso será peor que todos los males que usted haya tenido desde su juventud!»
8 8 (9) Entonces el rey se levantó y ocupó su trono a la entrada de la ciudad de Mahanaim. Cuando sus soldados lo supieron, todos ellos marcharon ante él.
David regresa a Jerusalén
Mientras tanto, todos los israelitas habían huido a sus casas, 9 9 (10) y por todo el país se comentaba:
«El rey David nos libró de los filisteos y de nuestros enemigos, pero por culpa de Absalón tuvo que abandonar el país. 10 10 (11) Es verdad que queríamos que Absalón fuera nuestro rey, pero él ya está muerto. ¿Por qué no hacemos que vuelva el rey David?»
11-12 11-12 (12-13) Cuando David supo lo que pensaban hacer los antiguos seguidores de Absalón, mandó a decirles a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:
«Díganles de mi parte a los líderes de Judá: “Ustedes y el rey son de la misma tribu. ¿Por qué han de ser los últimos en llamar al rey para que vuelva a su palacio?”»
13 13 (14) Además, el rey envió este mensaje a Amasá:
«Tú eres como mi propio hermano. Te juro por Dios que voy a hacerte jefe de todo el ejército, en lugar de Joab».
14 14 (15) Amasá convenció a toda la gente de Judá para que le pidieran al rey que volviera con toda su gente. 15 15 (16) Así fue como el rey volvió hasta el río Jordán. Entonces la gente de Judá salió hasta Guilgal para recibirlo, y lo acompañaron a cruzar el río.
16 16 (17) También Simí hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, salió corriendo de Bahurim para recibir al rey David. Lo acompañaban todos los de Judá 17-18 17-18 (18-19) y mil personas de la tribu de Benjamín. David y su gente estaban cruzando el río cuando llegó también Sibá, el sirviente de David, junto con sus quince hijos y veinte sirvientes, todos ellos dispuestos a ayudar y servir a la familia del rey.
David cruzó el río Jordán, y Simí lo cruzó también. Cuando llegó a la otra orilla, se arrojó al suelo delante de David 19 19 (20) y le dijo:
—¡Perdóneme Su Majestad! No me tome en cuenta todo el daño que le causé cuando usted salió de Jerusalén. 20 20 (21) Yo estoy para servirle, y reconozco que he pecado. Por eso he querido ser el primero del reino del norte en salir a recibirlo.
21 21 (22) Abisai, el hijo de Seruiá, dijo:
—Simí maldijo al rey que Dios eligió, así que merece la muerte.
22 22 (23) Pero David dijo:
—¡Tú no te metas, hijo de Seruiá! ¡Hasta parece que fueras mi enemigo! Hoy los israelitas me han reconocido como su rey, así que hoy nadie morirá.
23 23 (24) Y David le prometió a Simí que no le quitaría la vida.
24-25 24-25 (25-26) Desde que David salió de Jerusalén, y hasta que regresó, Mefi-bóset no se había lavado los pies ni la ropa, ni se había arreglado la barba. Sin embargo, cuando supo que David regresaba, salió de Jerusalén a recibirlo. El rey le preguntó:
—¿Por qué no huiste conmigo?
Mefi-bóset, que era nieto de Saúl, 26 26 (27) le contestó:
—Su Majestad, como yo no puedo caminar, le pedí a mi sirviente que preparara un burro para que yo lo montara. Pero mi sirviente me engañó, 27 27 (28) y en lugar de preparar el burro fue a contarle a usted cosas que yo nunca dije.
»Pero Su Majestad es como un ángel de Dios, y sé que hará lo mejor. 28 28 (29) Cuando toda mi familia merecía haber muerto, usted me sentó a su mesa y me trató como si fuera de su familia. Yo no me atrevo a pedirle a usted nada, pues solo soy un sirviente.
29 29 (30) El rey le contestó:
—¡No digas más! He decidido que tú y Sibá se repartan las tierras que fueron de Saúl.
30 30 (31) Pero Mefi-bóset respondió:
—Sibá puede quedarse con todo. Para mí, lo mejor es que Su Majestad haya vuelto sano y salvo a su palacio.
Barzilai se despide de David
31-32 31-32 (32-33) Barzilai era un hombre rico de Galaad, que ya tenía ochenta años. Cuando David estuvo en Mahanaim, Barzilai le había dado de comer. Ahora había venido desde Roguelim hasta el Jordán, para acompañar al rey y despedirse de él.
33 33 (34) El rey le dijo a Barzilai:
—Ven conmigo a Jerusalén. Yo me encargaré de que no te falte nada.
34 34 (35) Pero Barzilai le respondió:
—Ya me queda poco tiempo de vida como para ir con usted a Jerusalén. 35 35 (36) Tengo ochenta años, y no quiero ser una carga para Su Majestad. Ya no disfruto de la comida, pues no sé cuándo está buena y cuándo está mala, y ni siquiera puedo oír bien la voz de los cantantes. 36 36 (37) Su Majestad no tiene que darme nada. Vine sólo para acompañarlo a cruzar el río.
37 37 (38) »Yo le ruego a Su Majestad que me deje volver a mi tierra. Allí es donde quiero morir, para que me entierren junto a mis padres. Sin embargo, dejo al servicio de Su Majestad a mi hijo Quimham. Trátelo usted como mejor le parezca.
38 38 (39) El rey le contestó:
—Haré con Quimham lo que tú me pidas. Puede quedarse conmigo.
39 39 (40) Toda la gente cruzó entonces el río Jordán y el rey también lo cruzó. Luego de besar a Barzilai lo bendijo, y este regresó a su casa.
40 40 (41) De allí el rey fue a Guilgal, y Quimham se fue con él, lo mismo que toda la gente de Judá y la mitad de los israelitas. 41 41 (42) Pero los israelitas le reclamaron a David:
—¿Por qué fueron nuestros hermanos de Judá, y no nosotros, los que ayudaron al rey y a su gente a cruzar el río?
42 42 (43) Y los de Judá respondieron:
—¿Pero por qué se enojan? Lo hicimos porque el rey es nuestro pariente, y no para que nos dé comida o regalos.
43 43 (44) Entonces los israelitas les contestaron:
—Nosotros tenemos más derechos que ustedes, porque somos diez tribus y ustedes son solo una. Además, nosotros fuimos los primeros en pedirle al rey que regresara. ¡Pero ustedes nos tratan como si no valiéramos nada!
Sin embargo, los de Judá se portaron muy groseros con los israelitas.
1-2 1-2 (2-3) Alguien fue a decirle a Joab que el rey estaba muy triste, y que lloraba mucho por la muerte de Absalón. Cuando los soldados de David lo supieron, dejaron de celebrar la victoria y guardaron luto; 3 3 (4) además, entraron a la ciudad a escondidas, como si hubieran perdido la guerra. 4 4 (5) Mientras tanto, el rey David se cubría la cara, y a gritos lloraba diciendo: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío!»
5 5 (6) Joab fue entonces al palacio y le dijo al rey:
«Hoy Su Majestad ha puesto en vergüenza a todos los oficiales y soldados que le salvaron la vida, y que salvaron también la vida de sus hijos, hijas y esposas. 6 6 (7) Por lo visto, Su Majestad ama a los que le odian y odia a los que le aman. Hoy nos ha demostrado usted que sus oficiales y soldados no le importamos nada. Su Majestad estaría muy feliz si Absalón estuviera vivo, aunque todos nosotros estuviéramos muertos.
7 7 (8) »Me permito sugerir que salga usted ahora mismo y anime a su ejército. De lo contrario, le juro a usted por Dios que para mañana no habrá nadie que lo apoye. ¡Y eso será peor que todos los males que usted haya tenido desde su juventud!»
8 8 (9) Entonces el rey se levantó y ocupó su trono a la entrada de la ciudad de Mahanaim. Cuando sus soldados lo supieron, todos ellos marcharon ante él.
David regresa a Jerusalén
Mientras tanto, todos los israelitas habían huido a sus casas, 9 9 (10) y por todo el país se comentaba:
«El rey David nos libró de los filisteos y de nuestros enemigos, pero por culpa de Absalón tuvo que abandonar el país. 10 10 (11) Es verdad que queríamos que Absalón fuera nuestro rey, pero él ya está muerto. ¿Por qué no hacemos que vuelva el rey David?»
11-12 11-12 (12-13) Cuando David supo lo que pensaban hacer los antiguos seguidores de Absalón, mandó a decirles a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:
«Díganles de mi parte a los líderes de Judá: “Ustedes y el rey son de la misma tribu. ¿Por qué han de ser los últimos en llamar al rey para que vuelva a su palacio?”»
13 13 (14) Además, el rey envió este mensaje a Amasá:
«Tú eres como mi propio hermano. Te juro por Dios que voy a hacerte jefe de todo el ejército, en lugar de Joab».
14 14 (15) Amasá convenció a toda la gente de Judá para que le pidieran al rey que volviera con toda su gente. 15 15 (16) Así fue como el rey volvió hasta el río Jordán. Entonces la gente de Judá salió hasta Guilgal para recibirlo, y lo acompañaron a cruzar el río.
16 16 (17) También Simí hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, salió corriendo de Bahurim para recibir al rey David. Lo acompañaban todos los de Judá 17-18 17-18 (18-19) y mil personas de la tribu de Benjamín. David y su gente estaban cruzando el río cuando llegó también Sibá, el sirviente de David, junto con sus quince hijos y veinte sirvientes, todos ellos dispuestos a ayudar y servir a la familia del rey.
David cruzó el río Jordán, y Simí lo cruzó también. Cuando llegó a la otra orilla, se arrojó al suelo delante de David 19 19 (20) y le dijo:
—¡Perdóneme Su Majestad! No me tome en cuenta todo el daño que le causé cuando usted salió de Jerusalén. 20 20 (21) Yo estoy para servirle, y reconozco que he pecado. Por eso he querido ser el primero del reino del norte en salir a recibirlo.
21 21 (22) Abisai, el hijo de Seruiá, dijo:
—Simí maldijo al rey que Dios eligió, así que merece la muerte.
22 22 (23) Pero David dijo:
—¡Tú no te metas, hijo de Seruiá! ¡Hasta parece que fueras mi enemigo! Hoy los israelitas me han reconocido como su rey, así que hoy nadie morirá.
23 23 (24) Y David le prometió a Simí que no le quitaría la vida.
24-25 24-25 (25-26) Desde que David salió de Jerusalén, y hasta que regresó, Mefi-bóset no se había lavado los pies ni la ropa, ni se había arreglado la barba. Sin embargo, cuando supo que David regresaba, salió de Jerusalén a recibirlo. El rey le preguntó:
—¿Por qué no huiste conmigo?
Mefi-bóset, que era nieto de Saúl, 26 26 (27) le contestó:
—Su Majestad, como yo no puedo caminar, le pedí a mi sirviente que preparara un burro para que yo lo montara. Pero mi sirviente me engañó, 27 27 (28) y en lugar de preparar el burro fue a contarle a usted cosas que yo nunca dije.
»Pero Su Majestad es como un ángel de Dios, y sé que hará lo mejor. 28 28 (29) Cuando toda mi familia merecía haber muerto, usted me sentó a su mesa y me trató como si fuera de su familia. Yo no me atrevo a pedirle a usted nada, pues solo soy un sirviente.
29 29 (30) El rey le contestó:
—¡No digas más! He decidido que tú y Sibá se repartan las tierras que fueron de Saúl.
30 30 (31) Pero Mefi-bóset respondió:
—Sibá puede quedarse con todo. Para mí, lo mejor es que Su Majestad haya vuelto sano y salvo a su palacio.
Barzilai se despide de David
31-32 31-32 (32-33) Barzilai era un hombre rico de Galaad, que ya tenía ochenta años. Cuando David estuvo en Mahanaim, Barzilai le había dado de comer. Ahora había venido desde Roguelim hasta el Jordán, para acompañar al rey y despedirse de él.
33 33 (34) El rey le dijo a Barzilai:
—Ven conmigo a Jerusalén. Yo me encargaré de que no te falte nada.
34 34 (35) Pero Barzilai le respondió:
—Ya me queda poco tiempo de vida como para ir con usted a Jerusalén. 35 35 (36) Tengo ochenta años, y no quiero ser una carga para Su Majestad. Ya no disfruto de la comida, pues no sé cuándo está buena y cuándo está mala, y ni siquiera puedo oír bien la voz de los cantantes. 36 36 (37) Su Majestad no tiene que darme nada. Vine sólo para acompañarlo a cruzar el río.
37 37 (38) »Yo le ruego a Su Majestad que me deje volver a mi tierra. Allí es donde quiero morir, para que me entierren junto a mis padres. Sin embargo, dejo al servicio de Su Majestad a mi hijo Quimham. Trátelo usted como mejor le parezca.
38 38 (39) El rey le contestó:
—Haré con Quimham lo que tú me pidas. Puede quedarse conmigo.
39 39 (40) Toda la gente cruzó entonces el río Jordán y el rey también lo cruzó. Luego de besar a Barzilai lo bendijo, y este regresó a su casa.
40 40 (41) De allí el rey fue a Guilgal, y Quimham se fue con él, lo mismo que toda la gente de Judá y la mitad de los israelitas. 41 41 (42) Pero los israelitas le reclamaron a David:
—¿Por qué fueron nuestros hermanos de Judá, y no nosotros, los que ayudaron al rey y a su gente a cruzar el río?
42 42 (43) Y los de Judá respondieron:
—¿Pero por qué se enojan? Lo hicimos porque el rey es nuestro pariente, y no para que nos dé comida o regalos.
43 43 (44) Entonces los israelitas les contestaron:
—Nosotros tenemos más derechos que ustedes, porque somos diez tribus y ustedes son solo una. Además, nosotros fuimos los primeros en pedirle al rey que regresara. ¡Pero ustedes nos tratan como si no valiéramos nada!
Sin embargo, los de Judá se portaron muy groseros con los israelitas.