El ejemplo de la olla hirviendo
1 Habían pasado nueve años desde que llegamos presos a Babilonia. Era el día diez del mes de Tébet cuando Dios me dijo:
2-6 «Ezequiel, toma nota de esta fecha, porque hoy mismo el rey de Babilonia ha empezado su ataque contra Jerusalén. Quiero que vayas a ver a los israelitas, y que delante de ellos hagas lo siguiente: Pon una olla en el fuego, y llénala de agua para cocinar carne. Echa en ella lo mejor de la pierna, del lomo y de los huesos. Échale leña al fuego, para que se cueza bien todo. Cuando termines, dales este mensaje de mi parte:
“¡Ay de ti, ciudad asesina!
Eres como una olla oxidada,
que no se puede limpiar.
Saca ahora los trozos de carne,
no importa el orden en que salgan.
7 ¡Estás toda manchada de sangre!
A la gente que mataste
la estrellaste contra las rocas;
¡no dejaste que esa sangre
la absorbiera la tierra!
8 Pero yo dejaré que la sangre
se seque sobre la roca desnuda.
Así podré verla siempre,
y no se calmará mi enojo
hasta que haya hecho justicia.
9-10 Les juro que así será.
”¡Ay de ti, ciudad asesina!
Yo mismo traeré la leña.
Y tú, Ezequiel, ¡atiza el fuego!
Que se cueza bien la carne,
hasta que el caldo se consuma
y los huesos se quemen por completo.
11 Pon sobre el fuego la olla vacía,
para que el cobre se caliente.
Así se pondrá al rojo vivo,
y el óxido se le quitará.
12 ¡Aunque es tanto el óxido que tiene
que ni con fuego se le quitará!
13 ”Tú, Jerusalén, eres como una olla oxidada. Tienes tan pegado tu pecado, que aunque quise limpiarte no quedaste limpia. Solo quedarás limpia después de que te haya castigado. 14 De eso me encargaré yo mismo. No voy a cambiar de parecer. Voy a castigarte sin piedad ni compasión, por todo lo que has hecho. Te juro que lo haré; ya he dado mi palabra, y la cumpliré”».
Muerte de la esposa de Ezequiel
15 Dios también me dijo:
16-17 «Ezequiel, tú quieres mucho a tu esposa, pero yo te la voy a quitar de repente. Y no quiero que llores, ni que des muestras de dolor como hace todo el mundo cuando alguien muere. Vas a tener que sufrir en silencio».
18 Por la mañana hablé con la gente, y por la tarde mi esposa murió. Al día siguiente me comporté como Dios me ordenó que lo hiciera. 19 La gente me decía:
—Con esto que haces, tú nos quieres decir algo. ¿De qué se trata?
20 Y yo les contestaba:
—Se trata de un mensaje que Dios me dio. 21 Me ordenó decirles de su parte lo siguiente:
“Israelitas, ustedes se sienten muy orgullosos de mi templo. Pero aunque lo quieren y lo admiran, yo voy a destruirlo. Y voy a dejar que maten a los hijos y a las hijas de ustedes que se quedaron en Jerusalén.
22-24 ”Cuando eso pase, ustedes no deberán llorar ni dar muestras de dolor como lo hace todo el mundo cuando alguien se muere. Al contrario, harán lo mismo que Ezequiel. Y por causa de sus pecados, quedarán sin fuerzas y apenas les quedarán fuerzas para llorar. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
25-26 ”Ezequiel, yo les quitaré el templo del que están orgullosos, y al que tanto quieren y admiran; y también les arrebataré a sus hijos y a sus hijas. Cuando eso suceda, uno de los que queden con vida vendrá a darte la noticia. Entonces tú 27 romperás tu silencio y hablarás con quien te traiga la noticia. Tú mismo serás la señal para el pueblo, y así reconocerán que yo soy el Dios de Israel”.
El ejemplo de la olla hirviendo
1 Habían pasado nueve años desde que llegamos presos a Babilonia. Era el día diez del mes de Tébet cuando Dios me dijo:
2-6 «Ezequiel, toma nota de esta fecha, porque hoy mismo el rey de Babilonia ha empezado su ataque contra Jerusalén. Quiero que vayas a ver a los israelitas, y que delante de ellos hagas lo siguiente: Pon una olla en el fuego, y llénala de agua para cocinar carne. Echa en ella lo mejor de la pierna, del lomo y de los huesos. Échale leña al fuego, para que se cueza bien todo. Cuando termines, dales este mensaje de mi parte:
“¡Ay de ti, ciudad asesina!
Eres como una olla oxidada,
que no se puede limpiar.
Saca ahora los trozos de carne,
no importa el orden en que salgan.
7 ¡Estás toda manchada de sangre!
A la gente que mataste
la estrellaste contra las rocas;
¡no dejaste que esa sangre
la absorbiera la tierra!
8 Pero yo dejaré que la sangre
se seque sobre la roca desnuda.
Así podré verla siempre,
y no se calmará mi enojo
hasta que haya hecho justicia.
9-10 Les juro que así será.
”¡Ay de ti, ciudad asesina!
Yo mismo traeré la leña.
Y tú, Ezequiel, ¡atiza el fuego!
Que se cueza bien la carne,
hasta que el caldo se consuma
y los huesos se quemen por completo.
11 Pon sobre el fuego la olla vacía,
para que el cobre se caliente.
Así se pondrá al rojo vivo,
y el óxido se le quitará.
12 ¡Aunque es tanto el óxido que tiene
que ni con fuego se le quitará!
13 ”Tú, Jerusalén, eres como una olla oxidada. Tienes tan pegado tu pecado, que aunque quise limpiarte no quedaste limpia. Solo quedarás limpia después de que te haya castigado. 14 De eso me encargaré yo mismo. No voy a cambiar de parecer. Voy a castigarte sin piedad ni compasión, por todo lo que has hecho. Te juro que lo haré; ya he dado mi palabra, y la cumpliré”».
Muerte de la esposa de Ezequiel
15 Dios también me dijo:
16-17 «Ezequiel, tú quieres mucho a tu esposa, pero yo te la voy a quitar de repente. Y no quiero que llores, ni que des muestras de dolor como hace todo el mundo cuando alguien muere. Vas a tener que sufrir en silencio».
18 Por la mañana hablé con la gente, y por la tarde mi esposa murió. Al día siguiente me comporté como Dios me ordenó que lo hiciera. 19 La gente me decía:
—Con esto que haces, tú nos quieres decir algo. ¿De qué se trata?
20 Y yo les contestaba:
—Se trata de un mensaje que Dios me dio. 21 Me ordenó decirles de su parte lo siguiente:
“Israelitas, ustedes se sienten muy orgullosos de mi templo. Pero aunque lo quieren y lo admiran, yo voy a destruirlo. Y voy a dejar que maten a los hijos y a las hijas de ustedes que se quedaron en Jerusalén.
22-24 ”Cuando eso pase, ustedes no deberán llorar ni dar muestras de dolor como lo hace todo el mundo cuando alguien se muere. Al contrario, harán lo mismo que Ezequiel. Y por causa de sus pecados, quedarán sin fuerzas y apenas les quedarán fuerzas para llorar. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
25-26 ”Ezequiel, yo les quitaré el templo del que están orgullosos, y al que tanto quieren y admiran; y también les arrebataré a sus hijos y a sus hijas. Cuando eso suceda, uno de los que queden con vida vendrá a darte la noticia. Entonces tú 27 romperás tu silencio y hablarás con quien te traiga la noticia. Tú mismo serás la señal para el pueblo, y así reconocerán que yo soy el Dios de Israel”.