Los cuatro castigos
1 Dios me dijo:
«Jeremías, aleja de mí a los israelitas. Diles que se vayan. ¡Yo no voy a perdonarlos! No lo haría, ni aunque sus antepasados, Moisés y Samuel, me lo pidieran. 2 Y si acaso te preguntan a dónde ir, respóndeles:
“Los que merecen la muerte, irán a la muerte;
los que merecen la guerra, morirán en la guerra;
los que merecen el hambre, morirán de hambre;
los que merecen el destierro, irán al destierro”.
3-4 »Les voy a mandar cuatro castigos diferentes: primero, morirán en la guerra; luego los arrastrarán los perros; además, los devorarán las aves del cielo; y finalmente los destrozarán las fieras del campo. Esto lo haré por culpa de Manasés hijo de Ezequías. No me he olvidado de lo que este rey de Judá hizo en Jerusalén. ¡Yo haré que todos los reinos de la tierra se asusten al verlos! Te juro que así será».
Morirán los habitantes de Jerusalén
5-6 Dios dijo a su pueblo:
«Jerusalén, Jerusalén,
me rechazaste; me traicionaste.
¿Quién va a llorar por ti?
¿Quién va a tenerte compasión?
¿Quién va a desear que te vaya bien?
Yo estoy cansado ya
de tenerte compasión,
así que te atacaré y te destruiré;
7 te arrojaré fuera de la ciudad,
como si fueras paja en el viento.
¡Voy a dejarte sin habitantes
porque no quisiste volverte a mí!
8 Habrá tantas viudas en el pueblo,
como arena hay en el mar;
¡a plena luz del día destruiré
a las madres de hijos jóvenes!
De repente enviaré contra ellas
la angustia y el terror.
9 Las que hayan tenido muchos hijos
se desmayarán y perderán la vida.
Quedarán humilladas y en vergüenza,
pues la brillante luz del día
se les volverá densa oscuridad.
¡Yo dejaré que sus enemigos
maten a los que queden con vida!
Les juro que así será».
Lamento de Jeremías
10 Jeremías dijo:
«¡Sufro mucho, madre mía!
¡Mejor no hubiera yo nacido!
A nadie le hice daño,
pero todos me maldicen
y me acusan de rebelde.
11 »Dios prometió protegerme
en momentos difíciles,
y hacer que mis enemigos
me pidieran compasión».
Esclavizados en un país ajeno
12 Dios le dijo a su pueblo:
«No hay quien pueda vencer
a los ejércitos de Asiria y Babilonia.
13 Ustedes han pecado tanto
que yo les entregaré a sus enemigos
todas sus riquezas y tesoros.
14 Estoy tan enojado con ustedes
que los quemaré como el fuego.
Los haré esclavos de sus enemigos
en un país que no conocen».
Queja de Jeremías
15 Jeremías dijo:
«Dios mío, tú lo sabes todo;
tú bien sabes que, por ti,
me insultan a todas horas.
¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme!
¡No te quedes cruzado de brazos
y castiga a los que me persiguen,
antes de que me maten!
16 »Todopoderoso Dios de Israel,
cuando tú me hablaste,
tomé en serio tu mensaje.
Mi corazón se llenó de alegría
al escuchar tus palabras,
porque yo soy tuyo.
17 »Yo no ando de fiesta en fiesta,
ni me interesa divertirme.
Prefiero estar solo, porque estoy contigo
y comparto tu odio por el pecado.
18 ¿Por qué tengo, entonces,
que sufrir este dolor constante?
¿Por qué no sanan mis heridas?
Realmente, me decepcionas;
eres, para mí, como un arroyo seco;
¡como una fuente sin agua!»
Dios acompaña a Jeremías
19 Dios me contestó:
«Yo soy el Dios de Israel.
Si te vuelves a mí,
yo calmaré tu dolor
y podrás de nuevo servirme.
Si dejas de hablar tonterías,
y comienzas a anunciar
lo que realmente vale la pena,
entonces tú serás mi profeta.
No le hagas caso al pueblo;
son ellos quienes deben escucharte.
20-21 »Yo haré que seas para este pueblo
como un fuerte muro de bronce.
Los malvados pelearán contra ti,
pero no te podrán vencer,
porque yo estaré contigo
para librarte de su poder.
¡Yo te salvaré de esos tiranos!
Te juro que así lo haré».
Los cuatro castigos
1 Dios me dijo:
«Jeremías, aleja de mí a los israelitas. Diles que se vayan. ¡Yo no voy a perdonarlos! No lo haría, ni aunque sus antepasados, Moisés y Samuel, me lo pidieran. 2 Y si acaso te preguntan a dónde ir, respóndeles:
“Los que merecen la muerte, irán a la muerte;
los que merecen la guerra, morirán en la guerra;
los que merecen el hambre, morirán de hambre;
los que merecen el destierro, irán al destierro”.
3-4 »Les voy a mandar cuatro castigos diferentes: primero, morirán en la guerra; luego los arrastrarán los perros; además, los devorarán las aves del cielo; y finalmente los destrozarán las fieras del campo. Esto lo haré por culpa de Manasés hijo de Ezequías. No me he olvidado de lo que este rey de Judá hizo en Jerusalén. ¡Yo haré que todos los reinos de la tierra se asusten al verlos! Te juro que así será».
Morirán los habitantes de Jerusalén
5-6 Dios dijo a su pueblo:
«Jerusalén, Jerusalén,
me rechazaste; me traicionaste.
¿Quién va a llorar por ti?
¿Quién va a tenerte compasión?
¿Quién va a desear que te vaya bien?
Yo estoy cansado ya
de tenerte compasión,
así que te atacaré y te destruiré;
7 te arrojaré fuera de la ciudad,
como si fueras paja en el viento.
¡Voy a dejarte sin habitantes
porque no quisiste volverte a mí!
8 Habrá tantas viudas en el pueblo,
como arena hay en el mar;
¡a plena luz del día destruiré
a las madres de hijos jóvenes!
De repente enviaré contra ellas
la angustia y el terror.
9 Las que hayan tenido muchos hijos
se desmayarán y perderán la vida.
Quedarán humilladas y en vergüenza,
pues la brillante luz del día
se les volverá densa oscuridad.
¡Yo dejaré que sus enemigos
maten a los que queden con vida!
Les juro que así será».
Lamento de Jeremías
10 Jeremías dijo:
«¡Sufro mucho, madre mía!
¡Mejor no hubiera yo nacido!
A nadie le hice daño,
pero todos me maldicen
y me acusan de rebelde.
11 »Dios prometió protegerme
en momentos difíciles,
y hacer que mis enemigos
me pidieran compasión».
Esclavizados en un país ajeno
12 Dios le dijo a su pueblo:
«No hay quien pueda vencer
a los ejércitos de Asiria y Babilonia.
13 Ustedes han pecado tanto
que yo les entregaré a sus enemigos
todas sus riquezas y tesoros.
14 Estoy tan enojado con ustedes
que los quemaré como el fuego.
Los haré esclavos de sus enemigos
en un país que no conocen».
Queja de Jeremías
15 Jeremías dijo:
«Dios mío, tú lo sabes todo;
tú bien sabes que, por ti,
me insultan a todas horas.
¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme!
¡No te quedes cruzado de brazos
y castiga a los que me persiguen,
antes de que me maten!
16 »Todopoderoso Dios de Israel,
cuando tú me hablaste,
tomé en serio tu mensaje.
Mi corazón se llenó de alegría
al escuchar tus palabras,
porque yo soy tuyo.
17 »Yo no ando de fiesta en fiesta,
ni me interesa divertirme.
Prefiero estar solo, porque estoy contigo
y comparto tu odio por el pecado.
18 ¿Por qué tengo, entonces,
que sufrir este dolor constante?
¿Por qué no sanan mis heridas?
Realmente, me decepcionas;
eres, para mí, como un arroyo seco;
¡como una fuente sin agua!»
Dios acompaña a Jeremías
19 Dios me contestó:
«Yo soy el Dios de Israel.
Si te vuelves a mí,
yo calmaré tu dolor
y podrás de nuevo servirme.
Si dejas de hablar tonterías,
y comienzas a anunciar
lo que realmente vale la pena,
entonces tú serás mi profeta.
No le hagas caso al pueblo;
son ellos quienes deben escucharte.
20-21 »Yo haré que seas para este pueblo
como un fuerte muro de bronce.
Los malvados pelearán contra ti,
pero no te podrán vencer,
porque yo estaré contigo
para librarte de su poder.
¡Yo te salvaré de esos tiranos!
Te juro que así lo haré».